Amigos por siempre
¡Qué bendición! Sin duda, es
una gracia de la natura disponer de amigos así. Preocupados por un amigo muy
querido como yo. Con ellos, en esta época de pandemias, me comunico
constantemente con los dispositivos tecnológicos de punta de los últimos
tiempos. Con ellos estoy al día de lo sucedido, lo que sucede y deja de
acontecer, en el presente mundo globalizado. Cada uno me da su visión
particular con magistral elocuencia. Algunas ideas encajan dentro del patrón
que manejo, aunque muchas otras, no. Por eso, tengo amigos que reclaman mi
proceder por no parecerme a sus imágenes y semejanzas. Unos se envalentonan
conmigo por no participar en sus ratos recreativos, seguir sus líneas políticas
e ideológicas, otros por no compartir sus pedagogías, y también tengo de
aquellos con quienes discrepo por no adorar sus deidades. Unos tratan de
introducirme en su línea editorial, en su filosofía de vida, otros en sus
grupos de esparcimiento y licoreros. ¡Hasta una “piedra cervecera”, una
“esquina caliente” y un “estadio” trataron de venderme un día! Es
que me quieren igualitos a sus perfiles. Y se les agradece y entiende. Por
supuesto, si somos amigos, es porque compartimos ideas similares, y por eso
quieren convertirme en su gemelo virtual. Para eso son los amigos, ¡o no! Cada
uno me tiene su molde preparado para reconfigurarme según sus propios preceptos.
Tengo un amigo poeta que me ensalza con su prosa, otro pintor que me deslumbra
con sus formas y colores, y un amigo escritor que me reinventa caminos nuevos que
transitar. Y comparto y apruebo con emoción sus prosas, sus tonalidades y su
verbo. También comparto símbolos, ecuaciones y teorías, con muy buenos amigos
del campo científico. Tengo verdaderos amigos, panas de alta estima,
labrados desde los inicios de mis tiempos; también otros, excelentes, conocidos
en este último trecho que me encuentro transitando.
Muchos de esos amigos me aprecian tanto, que me quisieran ver a sus lados en sus candentes tertulias políticas arregla reinos y tumba mundos; lamentan mi ausencia en la última consagración religiosa de acercamiento al mundo celestial, y me extrañan en cada parranda existencial donde el infalible néctar de los dioses conduce las emociones.
Por eso mis amigos, no
pierden la comunicación conmigo. A cada rato, todo el día, en el momento menos
esperado recibo un mensaje, un whatsapp, un audio, una llamada, un
correo, una señal. Sin duda, me tienen mucha estima, consideración y respeto, y
por eso comparten conmigo lo que consideran que me podría ayudar a superar mis
deficiencias, debilidades y defectos. Porque ¡vaya!, ¡cómo los tengo! Hay mucho
aprendizaje en sus mensajes, pero ya mi vejuca mente es incapaz de asimilarlos.
Sin duda, todos ellos tienen razón, si me envían esos mensajes es porque
consideran que podrían aportarme algo. Hay mucha sabiduría en sus
planteamientos. Pero, me cuesta mucho contradecir mis principios, los preceptos
que sigo y defiendo. No los asimilo porque ya no puedo parecerme a nadie, sólo
puedo parecerme a mí mismo y no a otro; por eso soy el autorretrato de sí
mismo. Trato de revisar mi perfil, de mantenerlo, que sea lo más puro que se
pueda, trato de minimizar lo que considero influencias indebidas e imprudentes.
Siempre en la vida he tratado de ser único y mis amigos hacen lo contrario,
quieren que me parezca a ellos. ¡Basta ya de influencias externas sin sentido!
Por tal razón, recibo sus mensajes diarios, donde, inconscientemente, me envían
parte de sus propios perfiles, de sus particulares formas de ser y de pensar,
porque cada mensaje que se reenvía a otra persona, busca en el fondo, la
aprobación o desaprobación del mismo para justificar conductas. Y lleva parte
de lo que la persona es y defiende, no hay duda. La mayoría de los textos,
fotos, videos, audios que recibo han salido de otros autores. Mis amigos no los
han creado, pero se parecen tanto a ellos, que se solidarizan con sus
contenidos, y me los reenvían. Tratan de ilustrarme en temas que, según, y que
desconozco; sobre un hecho que he pasado desapercibido, una noticia que ignoro,
o un descubrimiento que siempre ha estado oculto para mí y sólo ellos con su
sabiduría lo han podido visualizar. ¡Qué
buenos amigos tengo! Unos andan en busca aun de personificar su propia imagen
en mí. Y no comen cuento, insisten, porque aún tienen la esperanza, que, aunque
sea al final del camino, su perfil tenga un gemelo virtual. Uno me recomendó su
barbero de confianza y el almacén de la percha de moda. Me sugirieron el libro
que ayer ojearon y el artículo al que le dieron un vistazo; les pareció
interesante y me lo envían para que lo internalice, porque creen fervientemente
que, a mí, sí me ayudaría su mensaje. A ellos no, porque ellos ya son así, ya
pertenecen a ese mundo. Me quieren en su
círculo a como dé lugar.
Hasta he recibido muchas
URL de sus webs favoritas. Imperdible, me dicen. Cuando vieron mi foto barbuda
en las redes, no lo creían; y asociaron mi imagen con el software de retoques.
Uno de ellos me montó una casaca rusa por mis preferencias ideológicas.
Me quieren en su mundo.
Pero, es imposible, porque el tiempo me ha dejado una estela tan larga de
experiencias tan arraigadas en mi fuero interno que es imposible que asimile
otras y las entienda. Solo puedo percibir y entender lo cercano a lo mío, lo
que no entre en contradicción con las ideas y preceptos que orientan mi vivir.
Otros de mis amigos me nutren con sus ideas; no me aconsejan ni tratan de enrumbar mis pensamientos por rumbos intolerables, por la relación de respeto y solidaridad entablada.
Es difícil
convivir, en estos tiempos donde la palabra prescinde del vuelo de la brisa
para compartir mensajes acústicos, y de la presencia física para presentar y
contemplar imágenes in situ. La virtualidad cambió nuestra forma de vivir, lo
palpable del libro ya no gobierna nuestro aprendizaje, ahora, todo descansa en
lo efímero de la virtualidad. Un nuevo ídolo gobierna nuestra vida: el mensaje
virtual. Su contenido vuela más rápido que el viento, pero se esfuma cual rocío
mañanero. Es la nueva partícula comunicacional de interacción entre seres de la
modernidad. Funciona como “cuantos de luz” cuando transfiere los
mensajes, llevan una intencionalidad precisa en poco espacio y calan donde
deben hacerlo. Pero, …conmigo no podrán.
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