lunes, 2 de agosto de 2021

El Poeta


El amigo poeta

Al Poeta Alexis Fernández

 

Es una bendición al alma tener un amigo poeta. Se despiertan y agudizan los sentidos con sus sinceros entusiasmos por el mundo. A mi pana poeta, nada le es ajeno y todo el universo circundante le impresiona, le motiva y le conmueve; vive de asombro en asombro, de búsqueda en búsqueda, de indagación en indagación. Contemplación y éxtasis pernoctan en mi amigo poeta. No se amilana por las pequeñeces de la vida, donde siempre ve aprendizajes. Se aprende a valorar y adorar la belleza y a sentir el placer que transmite, con un amigo poeta al lado de la existencia; quién comparte con emoción sus inquietudes y las plasma con sencillez y profundidad. Mi amigo poeta incursiona en lo natural y reivindica sus bondades;

El arcoíris




Para Paola 

El viento acariciaba los cacheticos de Aya al vaivén del bamboleo del tren que la llevaría al Veintidos. Jugueteaba feliz con las ráfagas intermitentes que alborotaban las crinejas de Peti, su muñeca de trapo carisucia que había logrado llevar consigo a escondida de Mamá. De tanto sentir los batidos sobre su cinturita se recostó en tan cariñosos brazos maternos. De pronto, sintió que pegó un salto a través de la ventana y desde un lado de la vía, veía la traza de humo gris ascendente que se diluía con aquel tren de la mañana, traqueteando y esfumándose sobre los rieles, mientras penetraba en el verdoso manto vegetal de la sabana. Ni una pizca de temor sintió sobre su cuerpo. Cuando apretó contra sí los brazos entrecruzados, notó la ausencia de Peti y la preocupación la puso en sobresalto. Miró a hacia atrás y la visualizó haciendo maromas sobre uno de los rieles, invitándola a seguir. Corrió tras ella saltando entre los durmientes para atraparla, hasta que de repente la detuvo el destello multicolor que la empapaba desde un lado del camino. El resplandor zigzagueante desparramado en todas las direcciones la embelesó tanto, que se sumergió entre sus tonalidades para alcanzar la fuente de su origen. Un manto tornasol caía a pocas varas de la vía férrea. Su agua de luz en ráfagas intermitentes la bañó por completo y observó con asombro que Peti tomaba su colorido. Cuando trató de asirla entre sus brazos, se percató que sus propios deditos destellaban los mismos pigmentos que volaba por los aires. Contempló su reflejo en el fondo del cuenco de la pequeña laguna que recogía los colores de la cascada, y notó también en sus cabellos las mismas tonalidades; tenían tintes iridiscentes en franjas verticales como las que caían del cielo.

ENTRADA DESTACADA: