Gemelo Fractálico
Con
el fuerte suspiro lanzado al aire, retomó sus pensamientos. La imagen duplicada
recobró su memoria. Recordó cómo había revisado con esmero su semblante frente
al espejo de laguna por el tenue rasgo que aquel día se asomó con timidez. El
leve abultamiento que notó en el entrecejo lo remontó a la época que adoptó de
punto cero, de referente. Se convirtió en su estigma. A partir de entonces ya
la vida no sería igual, por vez primera se dio cuenta que había un antes y un
después en su existencia e invisibilizó su rostro para siempre. No le hacía
falta, porque podía verse a través de ojos ajenos donde gran parte de su mundo
se encontraba reflejado y pasajes de su historia se encontraban escritos. La
huella del entramado espaciotemporal comenzó a dejar sus rastros desde aquel
instante crucial. Algunas veces lo vio pasar fugaz sin esperarlo, otras, en su
regazo seguía su compás; muchas, se le perdía en las profundidades de lo
anterior. Y cayó en cuenta de la estrecha relación que mantenía con su mundo
interior, con sus pensamientos y emociones, y que cada uno de estos quedaba
registrado en su semblante. La tersa imagen primaria grabada en su memoria fue
transmutando en vertiente extendida sobre su noble faz; mientras, otra imagen
como la suya permanecía inmutable en la lejana profundidad del Universo. Sin
verse, podía seguir el historial de épocas vividas ubicadas en cada una de sus
ramificaciones. Cada rasgo era la pieza precisa del gran rompecabezas que había
armado con su vida, y era asiento de un relato que encajaba perfectamente con
los adyacentes. Cada surco, cada estría, tenía su porqué en aquel rostro
multi-líneas de estructura fractálica y guardaba una estrecha relación
con el entramado epidérmico que se extendía con sobriedad sobre el enjuto
rostro. Se evidenciaba una norma establecida con la edad. Lo sabía, conocía la
historia de cada traza invisible para él, porque eran producto de su propia
configuración. Pocas fueron impuestas, y escasas debido al azar. Previo a cada
experiencia que tendría, sabía la ubicación precisa que tomaría en tan
inusitado código facial. Desde aquel día nunca más se vio el rostro, pero lo
precisaba con tantos detalles en su interior como imagen cuadridimensional,
que trascendía su presencia visual ¿Y por qué lo hizo? Para congelarlo en su
mundo interior y medir cualquier efecto que le sirviera de comparación; con la
pretensión de lograr una dimensión más en lo faltado por vivir y liberarse de
sí mismo a través de la trama temporal.
Entre tanto, su otra imagen, la que dejó escapar hacía más
allá del inmensurable universo, deambulaba con la mínima afectación entre las
redes espacio-temporales que encontraba a su paso. La lozanía que imperaba
imperturbable sobre su cuerpo y faz, y la jovial sonrisa disimulada entre los
destellos titilantes salpicando en su rostro, daba cuenta de las predicciones
de la infalible Teoría.
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