sábado, 18 de septiembre de 2021

Cosmogonía de Los Encantos

 

Cosmogonía de Los Encantos

Capítulo XII 

de


El cuento que ahora le voy a echar mi querida nietecita Mave, tiene que ver con nuestros inicios. Hace mucho, pero muchisísimo tiempo que eso pasó, no sé hace cuántos segundos, como dice el profesor de su escuela que le contó a vusté la mesma historia con sus ojos de persona leída. Yo le digo que eso sucedió hace muchas lunas, cuando el sol no era sol ni la luna era luna, cuando no había nada, ni siquiera luz, menos nosotros. Ellos me lo contaron toitíco, ¿cómo se enteraron ellos, Los Encantos?, pues por sus Encantos Padres originarios. Esos sí son los que saben la verdad del asunto, de todo lo que vusté ve por allá y por acá, lo que ve en pleno día y lo que alcanza a medio ver de noche. Arrime pa'cá esa banca porque la conversa va ser larga, vaya y busque su ruana y su gorro de lana y me trae una mascada de chimú, y me le dice a su nona que nos prepare unos chocolaticos vaporosos, pa' sobrellevar esa ventisca tan fría que nos mandó la sierra. Pareciera que se enteró, la muy muérgana, que vamos a hablar de ella. Como le venía diciendo en otras conversas, aquella vez que me pirdí, ellos me lo contaron todo...

Fue entonces cuando Ufrasio se enteró de la verdad de Los Encantos -divinidades originarias, dioses de los andes- y la creación del mundo. Qué, en los inicios de los tiempos, ni la nada existía, ni materia ni luz, sólo Zuhé y Chía, los Encantos Padres, en armonía y perfecto equilibrio con lo inexistente. Cansados de tanto vivir en el mismo estado de perfección donde nada sucedía a no ser por la intervención de ellos mismos, decidieron un día crear al Universo. De Zuhé surgió en lo alto, el sol, y más allá, de Chía, emergió la luna; ambos repletos de mucha luz y energía. Tiempo después, la luna y el sol se separaron, y la luna pasó a ocupar el espacio del oscuro firmamento; pero un firmamento así carecía de magia, con sólo dos cuerpos aislados flotando y vagando en sus profundidades. En consecuencia, el dúo de dioses decidió hacerse de la compañía de otros cuerpos, y con sus creativos pensamientos le dieron vida a las estrellas y a muchos otros cuerpos celestes más. Todo era muy tranquilo, nada sucedía, nada se movía en la armonía universal ya existente, nada, absolutamente nada, cada objeto ocupaba el lugar donde apareció sin posibilidad de moverse, nada le ocurría, existía una absoluta tranquilidad en todo lugar donde permanecía una estrella titilante. Un universo así requería de dinamismo, por lo que Zuhé y Chía decidieron crear algo que les impregnara movilidad, algo que permitiera la interacción entre los cuerpos existentes, que les facilitara el intercambio de información sin necesidad de contacto directo. Algo que les posibilitara el acercamiento y el alejamiento para juguetear entre ellos, para, reunidos, formar sistemas más complejos. Fue cuando Chía dijo: “hágase la gravedad con el don de la atracción”. Zuhé, con su energía, les otorgó concreción a sus pensamientos, y las estrellas del cielo se aglomeraron y formaron constelaciones con diversos dibujos. Algunos de tales modelos estelares, con formas de montañas y picos, los replicó por estos lugares, y fue cuando aparecieron las dos sierras ondulantes que observamos a lo largo de la cordillera andina.

Y a cada lado de la cordillera andina esculpieron sus largas y monumentales siluetas acostadas en imágenes petrificadas, frente a frente una de la otra, para dejar constancia de sus presencias y de que fueron ellos mismos quienes diseñaron y crearon todo lo existente. Desde entonces, en cada amanecer Zuhé baña con su luz fulgurante la cara de El Indio, y Chía adorna con su tenue resplandor durante los plenilunios, la cara de La India.

Todo permaneció seco y árido por una larga temporada, nada se movía, ninguna roca rodaba desde las cúspides de los elevados picos de las montañas. Todo se mantenía en el más absoluto equilibrio. Dijo Zuhé que era hora de propiciar las condiciones para la creación de los primeros seres perecederos, que nacieran y se desarrollaran con límite de existencia. Consideró conveniente crear un elemento fundamental para el mantenimiento de la vida, y de un fugaz pensamiento se formó una gran laguna en la alta montaña, y lo mismo hizo Chía con una laguna más pequeña; y crearon al mismo tiempo los Encantos Hijos para sus resguardos. Las lágrimas de las lagunas rodaron por las laderas de la montaña formando arroyos y ríos. Luego Zuhé se encargó de darle más movilidad a las aguas, y las bañó con su brillante e intensa luz para evaporarlas hasta conformar las nubes; y apareció la lluvia con su respectivo encanto hijo, quien pinceló al cielo con vientos, trueno, rayos y relámpagos; y desplegó el primer arcoíris con todo su esplendor visual. Dicen que algunos encantos se llevaron los relámpagos a las lejanas tierras llanas por donde se oculta Zuhé, allá donde se reúnen las lágrimas rodantes de las lagunas y forman el inmenso lago resplandeciente que desconoce la oscuridad, donde no existen sombras definidas. Con la lluvia empezaron a brotar las primeras plantas y se estableció el mundo vegetal.

A medida que aparecía el mundo, los Encantos Padres iban creando a los Encantos Hijos a sus medidas y figuras, para resguardo y control de la madre natura.

Y así se desarrolló y mantuvo el mundo creado en el transcurrir de los tiempos, en plena armonía con los Encantos Hijos conservando ríos y lagunas, bosques y montañas de los páramos andinos. En la madre tierra se establecieron condiciones de equilibrio controlado por la acción de los encantos, donde todos sus elementos interactuaban como un sistema único integrado, y donde los componentes primigenios tierra, agua, aire y fuego cumplían con la función que le correspondía asumir sin desmedro de los demás. Los Encantos Hijos deambularon largas lunas por las serenas y frías lagunas, por los húmedos bosques nublados y los desérticos y helados riscos de las altas cumbres andinas; y sintieron la necesidad de crear los primeros seres vivos para el mundo establecido, y con el poder asignado por sus Encantos Padres, crearon osos frontinos para controlar la hierba alta, venados para la hierba baja, conejos, ardillas y lapas para las especies más pequeñas, y ratones musaraña para el herbaje más diminuto. Y éstos empezaron a crecer en tal cantidad que fue necesario preservar la vegetación; y por eso crearon zorros y cunaguaros, y luego serpientes y escorpiones; también a la pava, el paují copete de piedra y la cotorra. Las mariposas y los pájaros creados, pincelaron tanto los colores de los bosques y los montículos, como sus cantos acompañaron al rumor del viento y los arroyos, que apareció el águila y el gavilán; y así siguieron creando seres y su respectivo controlador, hasta que el número de especies fue tan grande que unas con otras se auto regularon hasta establecerse el equilibrio ecológico. Fue cuando la comunidad de Encantos Hijos se dio cuenta que ya no hacía falta su intervención y que el mundo estaba al fin completamente configurado, y funcionando como debía. Ya funcionaba bajo el mecanismo de la autorregulación. Se reunieron y optaron por crear a su semejanza aproximada, los últimos seres que faltaban: la mujer y el hombre aborigen. Los crearon mortales e imperfectos, pero con inteligencia, con el potencial sicosocial requerido para pensar y solucionar problemas de su entorno inmediato, para generar productos de uso en la comunidad y con la capacidad de planificar sus vidas en tiempos venideros. También fueron preparados para desarrollar su mundo espiritual, para convivir, compartir y sentir admiración ante los fenómenos producidos por la madre natura; para interpretarlos y aceptarlos, bien como obsequios o reprimenda, o castigo de las deidades, según fuera el caso. Y, además, con el grado de conciencia suficientemente desarrollada para respetar y valorar a los demás seres de su entorno, vivos o inanimados, como seres hermanos. Por último, los facultaron con la capacidad de participar en experiencia oníricas cuyas interpretaciones les permitiría implementar otro código de comunicación con ellos, y empezó a establecerse así, el mundo mágico espiritual de nuestros primeros ancestros andinos.

Los primeros pobladores de estas tierras andinas respetaban a plenitud los preceptos impuestos por los encantos y el mundo vivió en armonía y equilibrio, hasta que algo ocurrió. La intervención externa influyó tanto que empezó a perturbar el equilibrio social alcanzado.

Los pobladores originarios de estas tierras en su intercambio de mercancías con otros habitantes de las tierras bajas del gran lago, empezaron a consumir una extraña sustancia que le daba un agradable sabor a la comida preparada: la sal en granos. Con esa sustancia llegaron otras costumbres importadas que generaron conflictos sociales; la sal consumida en exceso cambió el metabolismo de muchos pobladores y, por ende, la salud. A partir de ese momento, los Encantos Hijos rompieron con nosotros y se retiraron hacia sus propios espacios sagrados que quedaron prohibidos de visitar. Y se desencadenó toda una serie de males –enfermedades mortales, intensos veranos y copiosos inviernos– en las aldeas, que requirió la decisión urgente de nuestros piaches de buscar un nuevo acercamiento con los Encantos Hijos. Así nacieron los mojanes, cuidadosamente preparados para interactuar con ellos.

De todo lo anterior se enteró Ufrasio y en su conjunto lo asimiló, y fue ésta la historia que le contó a su nieta Mave. Después de otro certero escupitajo de chimú a la base del horcón donde tenía recostada la banca, le terminó de comentar:

–En eso mesmo ando yo, mi querida Mave, y en esas mesmas lidias andará vusté muy pronto. Aunque hay algo más, pero eso no se lo puedo mencionar a vusté, cada uno de nosotros tiene que pasar por esas mesmitas experencias con ellos, no tengo permitido contárselo por el voto de silencio que hice, y porque si lo hago, mi don se esfuma y quien pierde es la comuna, ¡vusté me entiende, no! También corro el riesgo de que la magia de los encantos me atrape y desaparezca por siempre de estas tierras, aunque a eso ya no le temo, porque ya los conozco bien.

Emy escuchó esta parte de la historia con mucha atención cuando Mave la relató, imitando a su abuelo. No hay duda que la impresionó y le encantó su contenido telúrico. Sin embargo, también empezó a darle su propia interpretación según lo que había estudiado en el curso de Cosmología Avanzada que acababa de terminar. Sabía que uno de los modelos exitosos para explicar la formación del Universo era el Big Bang, aquel que comienza con la gran explosión. Antes no había nada, ni el espacio existía, nada es nada, ni materia ni energía, menos luz; sólo se manifestaba la presencia de Chía y Zuhé.

Por tal razón les sugirió a Vero y Mave, que sí Chía y Zuhé fueron los creadores del Universo, sus pensamientos, altamente concentrados en un punto, se fueron liberando y transformando en materia y energía en la pequeñísima primera fracción de segundo después que pulsaron el botón de la gran explosión. También les sugirió que esas deidades tuvieron que propiciar la aparición de las primeras partículas realmente elementales, y por lo tanto carentes de cualquier tipo de estructura.

Es decir, crearon al electrón, al muón y al tau con sus respectivos neutrinos parejas: el neutrino electrónico, el neutrino muónico y el neutrino tautónico; los cuales se diferenciaron entre sí porque al primer grupo le asignaron una propiedad conocida como carga eléctrica y al segundo grupo, no, es decir son neutro, eléctricamente.

Además, exclamaron: “¡Hágase la Interacción Electromagnética!”, para el intercambio de información entre estas partículas cargadas, y sea el fotón la partícula mediadora encargada de compartir la información. Y, “¡Hágase la Interacción Débil!”, con el fin de establecer el mecanismo de generación de otras partículas cuando fuese necesario, o de energía, según el caso, mediante las partículas mediadoras W y Z.

De inmediato procedieron a crear a seis partículas elementales más: los quarks; tres con cargas negativas igual a un tercio de la del electrón y otros tres con cargas positivas igual a dos tercios de la carga del electrón.

Y para mantener el equilibrio, para ser justo con el principio de los contrarios, les asignaron a todas las partículas sus correspondientes antipartículas complementarias; por ejemplo, al electrón le buscaron de pareja al positrón, y así hicieron con las demás. Además, a cada partícula, para diferenciarlas muy bien unas de otras, le asignaron propiedades muy específicas de modo que al combinarse pudieran formar partículas más complejas, con estructura definida. Razón por la cual, los dioses andinos les asignaron masa, carga eléctrica y spin.

De pronto sin proponérselo, Emy se imaginó cabalgando en una Partícula de Zuhé (Dios), catorce mil quinientos millones de años atrás, presenciando un minuto después del famoso “baaaang”, el nacimiento del primer protón y el primer neutrón a partir del jugueteo de tríos de aquellas partículas bautizadas como quarks y que ya se encontraban rondando por el espacio constituido; pero, ¿cómo lograron reunirse en tres?, pues Zuhé y Chía con sus poderes omnipotentes, tal como crearon la Interacción Gravitacional y Electromagnética, también exclamaron “¡Hágase la Interacción Fuerte más su Gluón!”, otra partícula mediadora encargada de intercambiar información entre los quarks. Con un pegamento nuclear así de fuerte proporcionado por el Gluón, es como se mantienen unidos los tres quarks para formar al protón y al neutrón. Por último, crearon al Bosón de Higgs, la partícula de Zuhé para que el Universo funcionara con todo su esplendor.

Con las partículas elementales completamente constituidas, las propiedades electro-débil y la fuerte pusieron a interactuar los electrones, protones y neutrones para formar los primeros átomos y moléculas del naciente Universo. Estos, a su vez, se fueron agrupando gracias a la interacción eléctrica y gravitacional, y aparecieron los primeros coágulos o trozos de materia tal como la conocemos hoy en día; que, a su vez, se fueron reagrupando por la atracción gravitacional, hasta que las grandes aglomeraciones de materia dieron lugar a estrellas, galaxias y otros cuerpos celestes más. Y apareció el Universo tal como se exhibe desde tiempos inmemoriales, hasta que en su justo momento se originaron los destellos primigenios de la vida, y en particular el de nuestro planeta Tierra.

Emy también pensó, que todo aquello era producto de la necesidad de nuestros ancestros de buscarle una explicación al grandioso mundo donde se encontraban inmersos, y en consecuencia, desbordaron su imaginación.





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